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Aunque es el segundo país con más variedad de genes, especies y ecosistemas, y alberga el 10% del total de la fauna y flora del mundo, Colombia experimenta una enorme contradicción: ocupa la posición número 27 entre los 40 países que menos invierten en biodiversidad. Así lo dio a conocer un estudio realizado por seis universidades estadounidenses, europeas y latinoamericanas, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

Esta lista negra la encabeza Irak, seguido por Yibuti, Angola, Kirguistán, Guyana, las islas Salomón, Malasia y Eritrea. También incluye a vecinos como Chile, que está en lugar número 9, y llama la atención que Eslovenia, en la posición 16, y Finlandia, en la 17, destinen menos recursos que Colombia para la protección de los recursos biológicos.

Al respecto, Brigitte Baptiste, directora del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, califica de «vergonzoso» el puesto que ocupa Colombia. «No me sorprende ese resultado, lamentablemente es verdad y tiene que ver con el bajo esfuerzo fiscal que hace el país para ser consecuente con el discurso internacional que maneja de país megadiverso y responsable», destaca.

Lo más grave, según la directora del Humboldt, es que un bajo presupuesto hace que la inversión en biodiversidad se vuelva fragmentaria, «pañitos de agua tibia que casi no garantizan resultados».

Por su parte, el ambientalista Germán Andrade dice que la falencia en Colombia está en el hecho de que, pese a que el Instituto Humboldt fue creado con el fin de movilizar conocimiento para la gestión de la biodiversidad, «es un instituto vergonzosamente pobre que tiene que ser revitalizado», o de lo contrario «seguiremos viviendo en un país megadiverso que no conocemos». Andrade agrega que la situación con la biodiversidad presente en las agua dulces en «crítica» por la contaminación de las cuencas.

El estudio evaluó los presupuestos que los gobiernos destinaron a biodiversidad entre 1990 y 2008, y aunque sólo se basaron en mamíferos, el hecho de que estas especies estén en lo más alto de la cadena alimenticia, sirve como indicador, ya que protegiéndolos se estaría a la vez cubriendo a otros seres del ecosistema.

Al sobreponer los datos en un mapa mundial, los investigadores se percataron de que muchos de los países de la lista son vecinos (como en el caso de Colombia con Venezuela, que está en la posición 28), lo cual genera áreas geográficas donde la biodiversidad está en particular peligro por la falta de dinero destinado a la conservación. Esta tendencia es particularmente preocupante para el área conformada por Malasia, Indonesia y Australia, naciones que albergan una cantidad importante de especies amenazadas, pero cuya inversión no corresponde a esa riqueza biológica.

Para el caso de Colombia, Brigitte Baptiste menciona que el país debe hacer una inyección grande de dinero para la protección de la biodiversidad, aunque «no se trata de un presupuesto asistencial ni de un gasto. Es una inversión, porque el buen manejo de la biodiversidad siempre devuelve en regulación del agua, patrimonio paisajístico y salud».

José Yunis, representante para Colombia de The Nature Conservancy, dice que, sin duda, los resultados de la investigación «no son un motivo de orgullo, pero sí una responsabilidad muy grande. No es lo mismo tener pocos recursos para biodiversidad en un país como Estados Unidos, que en Colombia, megadiversa».

Según Yunis, el país debería enfocar recursos específicos en investigación aplicada que sirva para identificar cómo conservar y aprovechar la riqueza que ofrece la naturaleza. En lo mismo coincide Fabio Arjona, director ejecutivo de Conservación Internacional Colombia, quien califica los resultados del estudio como «un llamado a incrementar la inversión estratégica en investigación y en implementación de la política de biodiversidad». A su vez, dice que el país tiene que enfocar la inversión en las áreas protegidas marítimas, porque de lo contrario «las vamos a seguir perdiendo, como está pasando con Sea Flower en San Andrés».

Otros datos del estudio

Según la investigación publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences, el mundo destina alrededor de 19 mil millones de dólares al año para la conservación de la biodiversidad; sin embargo, los expertos mencionan que se necesitan recursos 10 veces más grandes para detener la tasa global actual de pérdida de biodiversidad.

Pese a que ningún país de Europa aparece en la lista de los 17 megadiversos, Holanda es considerado como el mejor proveedor de fondos para la biodiversidad con cerca de 1 millón de dólares anuales de su presupuesto.

Los autores también encontraron que la mayor parte de los países que se encuentran en la lista negra de los 40 que menos invierten en biodiversidad son subdesarrollados o extremadamente pobres, devastados por la guerra o alguna combinación de las tres condiciones.

Anthony Waldron, profesor de conservación en la Universidad de Santa Cruz, Brasil, y director de la investigación, le dijo al portal ambiental Mongobay que “es preocupante que los déficit de financiación se concentran en ciertas áreas. Al otro lado del Sur de Asia, las especies amenazadas están cubiertos por una sólida nube de muy mala financiación, y a nivel mundial, las especies adaptadas a los hábitats más áridas también parecen estar en riesgo por los escasos recursos”.
De otro lado, el estudio mostró un posible sesgo en la selección de los donantes de proyectos de biodiversidad. Por ejemplo, todos los países musulmanes reciben aproximadamente la mitad del financiamiento para la conservación internacional respecto a los países no musulmanes.

Para los investigadores, la información aportada por este estudio servirá para priorizar las áreas geográficas que requieren fondos para la conservación –como países en vías de desarrollo ubicados en Asia, África y América Latina– y así puedan cumplir con los mandatos que la Convención de Diversidad Biológica planteó para 2020: como que los valores de la diversidad biológica habrán sido integrados en las estrategias y los procesos de planificación de desarrollo y reducción de la pobreza nacionales y locales y que se habrán reducido al mínimo las múltiples presiones antropógenas sobre los arrecifes de coral y otros ecosistemas vulnerables afectados por el cambio climático o la acidificación de los océanos.

Fuente: ElEspectador.com