Jorge Melguizo

Por: Jorge Melguizo
Leo un artículo de La Silla Vacía sobre la nueva campaña de Sergio Fajardo a la presidencia de Colombia y me veo ahí, citado así: «[…] Y también se han montado al bus otros históricos del fajardismo que se habían alejado como Jorge Melguizo…». Y eso no es cierto. No me he montado a ese bus de la nueva campaña presidencial de Sergio. Ni de ningún otro.

Hace 5 años decidí alejarme de estas vainas electorales y hoy mantengo esa decisión. Cambié de vida y ahora me dedico a conferencias y asesorías en otras ciudades y en otros países, y a ser vecino y parte de un colectivo de vecinos en Envigado, donde vivo desde diciembre de 2004. No tengo ni intenciones electorales propias ni ganas de sumarme a proyectos electorales de otros, ni en lo local, ni en lo regional, ni en lo nacional. Y, por cierto, me toca decirlo así de cuando en cuando porque hay gente que interpreta como partidista o electoral algunas cosas que hago o digo.

Trabajé con Sergio cuando él fue alcalde de Medellín. Fui Gerente del Centro de Medellín (2004-2005) y Secretario de Cultura Ciudadana (2005-2007). Fue una gran oportunidad personal y profesional. Sergio fue un excelente alcalde y un excelente jefe. Ninguna queja tengo de él de esos años compartidos en un momento muy especial para Medellín y para la Alcaldía de Medellín. Nunca me impuso ni un contrato ni a alguna persona para mi equipo. Respetuoso de las decisiones y de la autonomía, exigente, honesto y muy buen director de orquesta. Me siento orgulloso de haber formado parte de ese excelente equipo que logró impulsar, liderar y sumarse a muchas iniciativas públicas, comunitarias, privadas, para avanzar en el mejoramiento de la calidad de vida de esta ciudad a la que regresé a vivir en ese 2004 después de 5 años por fuera del país.

Me retiré de su alcaldía en agosto de 2007 para dirigir, con Federico Restrepo y Clara Restrepo, la campaña de Alonso Salazar a la alcaldía. Y volví a trabajar en la Alcaldía de Medellín entre enero de 2008 y julio del 2010, como Secretario de Cultura Ciudadana y como Secretario de Desarrollo Social. Me retiré por tener diferencias con Alonso en el manejo de una acción de la alcaldía, que ni siquiera involucraba a la secretaría a mi cargo en ese momento. Sentí que era hora de irme. Y lo hice. Y aún no me arrepiento de haberlo hecho aunque lamento, sí, haber perdido la relación con Alonso, a quien admiro como profesional y a quien valoro como político.

En octubre de 2010 me inscribí en el Partido Verde (por primera vez en mi vida hacía parte formal de un partido), motivado por la reciente elección presidencial en la que la dupla Antanas Mockus–Sergio Fajardo había hecho una excelente campaña que generó expectativas de un gobierno diferente en sus contenidos y en sus formas. En noviembre de ese año anuncié que quería ser candidato a la alcaldía de Medellín, anuncio que hice después de haber hablado con los directivos de ese partido: Antanas, Sergio, Enrique Peñalosa (¡!) y Luis Eduardo Garzón (¡¡¡!!!). Construí una precandidatura con el apoyo de personas que habíamos hecho parte de ese buen experimento que fue la alcaldía del 2004 al 2007.

En mayo de 2011 renuncié a seguir con esa precandidatura, por 3 razones:
La primera, que fui incapaz en esos meses de aunar en mi propuesta a quienes habíamos hecho parte de eso que llamamos Compromiso Ciudadano. Las heridas dejadas por mi renuncia a la alcaldía de Alonso fueron la causa mayor de esa incapacidad para juntar en una campaña a personas claves.

La segunda, la irregular conducta del Partido Verde que rompió sin explicaciones su propia regla de juego para las candidaturas: el 31 de enero se cerraban inscripciones de precandidatos y 8 días antes aplazaron el cierre para el 31 de marzo, y nuevamente 8 días antes de ese plazo las volvieron a mover. Y, a fines de abril, el presidente de ese partido, Luis Eduardo Garzón, me dijo que “Medellín no era prioridad para ellos” y que iban a apoyar la candidatura de Aníbal Gaviria pero que me pedían que me quedara más tiempo como precandidato para poder negociar más con el Partido Liberal y que, a cambio, me ofrecían esto y lo otro… Politiquería pura. Esa noche me desvelé con la decepción y el dolor en el alma, y al día siguiente renuncié. Era precandidato de un partido que había decidido no tener candidato. Y era miembro de un partido que no era lo que pensaba.

La tercera razón fue que el propio Sergio contó que tenía una alianza con Aníbal para apoyarse mutuamente como candidatos a gobernación y alcaldía. Pero lo contó después de negarlo 3 veces, una de ellas por escrito (que conservo pues fue un correo que él mismo me envió). Decepcionante. Cosas de la política, me dijeron. Por eso me fui de la política.

Hoy, tantos años después, sigo pensando que fue un error histórico de Sergio haber tomado la decisión de acompañar a Aníbal Gaviria y al Partido Liberal para que ganaran la alcaldía de Medellín (2012–2015). Aunque algunos aseguraron y aseguran que era la única forma de que Sergio ganara la gobernación y de que Medellín se salvara de que Luis Pérez la volviera a gobernar.

Y sigo pensando que como movimiento político nuevo y después de haber hecho dos alcaldías con muy buenos resultados (2004–2007 y 2008–2011), no exentas de errores por supuesto, teníamos un imperativo ético y político de presentar candidatura. “Es que si nos presentamos con candidatos propios podemos perder”, me dijo Sergio en esos meses. Y le respondí que esa es la democracia, perder o ganar, que lo otro es monarquía o dictadura, y que una campaña es el momento clave para decirle a la sociedad cuál es el proyecto de ciudad y de sociedad que se tiene, que se propone: una campaña es también un gran ejercicio pedagógico, externo e interno (o debería serlo). “Yo no voy a endosar a nadie mi capital político”, me dijo. Y le pregunté que si su capital político era solo suyo, construido por él solo, o era también un resultado colectivo, de mucha gente que había logrado avanzar en esa importante transformación de Medellín. Habíamos llegado al ismo, al fajardismo, al personalismo. Decepción profunda o ingenuidad, o romanticismo. Algunos me dijeron que era fundamentalismo mío…

Ni los partidos ni los movimientos políticos deberían parecerse a una iglesia monoteísta, donde se adora a un dios y se siguen dogmas de fe. Deberían ser espacios de construcción de nuevas democracias, de liderazgos compartidos, de capital político… colectivo.

En fin, por eso hoy digo que no es cierto que yo me haya montado de nuevo al bus del fajardismo: primero, porque no me montaré en ese bus de la nueva campaña de Sergio, aunque he dicho a amigos que él podría ser un excelente presidente. Y segundo, porque no creo en ningún ismo, en ninguno, y menos cuando ese ismo es un proyecto personal y no la renovación en la forma de construir un partido político en esta Colombia tan necesitada de salir de ese otro ismo que tanto daño nos ha hecho: el caudillismo.

2 comentarios en «Una aclaración que nadie me pide»

Los comentarios están cerrados.